La música en vivo, desde los pequeños conciertos hasta los grandes festivales, es una de las formas más alucinantes en la que podemos disfrutar del arte, pero también tiene un costo ambiental importante. Cada vez que se organiza un evento de este tipo, se consume una gran cantidad de energía, se generan residuos en exceso y miles de personas se desplazan, a veces desde muy lejos, lo que contribuye al cambio climático. Para nuestra fortuna, la ciencia y la tecnología brindan soluciones, y algunos artistas ya están demostrando que es posible reducir este impacto sin perder la magia de sus presentaciones.